Las huelgas de sexo y el movimiento 4B: el fenómeno nacido en Corea que se propone parar los pies a los hombres de ultraderecha
El triunfo de Donald Trump ha reavivado la fuerza del 4B, un movimiento nacido en Corea del Sur que ha llegado a Estados Unidos para excluir a los hombres de la vida de las mujeres heterosexuales.
La victoria de Donald Trump no solo ha traído consigo un apabullante frenesí bursátil, sino que también ha aumentado la fuerza de las publicaciones centradas en el 4B, un movimiento procedente de Corea del Sur que defiende la renuncia absoluta de los hombres por parte de las mujeres, que ante las crecientes cifras de violencia de género, la flagrante brecha salarial (la de Corea del Sur es la mayor entre hombres y mujeres de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y el preocupante aumento del acoso sexual, han decidido organizarse de forma autónoma para rechazar la maternidad y buscar lugares seguros sin hombres. No hay que olvidar que el gobierno coreano publicó en diciembre de 2016, ante las bajas tasas de natalidad, un Mapa Nacional de Nacimientos online en el que aparecían las mujeres en edad reproductiva, fomentado el enfado de muchas, que sintieron estar siendo tratadas como “ganado”.
Las cuatro bes del movimiento rechazan al matrimonio heterosexual (en coreano, bihon), la maternidad (bichulsan), las citas con hombres (biyeonae) y las relaciones sexuales heterosexuales (bisekseu). El triunfo electoral de Donald Trump –Harris obtuvo, por cierto, el voto del 54% de las mujeres, en comparación con el 44 % que logró Trump– ha incrementado el interés por estas las 4 bes a causa del miedo que existe ante la idea de cómo el presidente puede tratar a las mujeres durante los siguientes cuatro años teniendo en cuenta las líneas de su programa político y sus comentarios.
“Como mujer, mi autonomía corporal importa y esta es la mejor mantera que tengo de ejercer soberanía sobre esto. Así que recomiendo encarecidamente a todas las demás mujeres solteras que todavía se preocupan por el progreso de los derechos de las mujeres y que siguen luchando por nuestra autonomía corporal a hacer lo mismo. Borra tus aplicaciones de citas”, dice una usuaria de TikTok, que se suma así al creciente número de mujeres que abogan por huelgas sexuales. Este tipo de movimientos han sido un instrumento de negociación desde la antigüedad, como demuestra Lisístrata, la obra de Aristófanes que habla de una huelga de mujeres y que fue representada por primera vez en el año 411 a.C. Plasma la manera en la que ante el hastío resultante de ver a sus maridos ir a la guerra y tener hijos para que fallecieran en el conflicto, declararon una huelga sexual.
En 2017, ante la situación en la que Estados Unidos se hallaba, la cantante Janelle Monáe ya sugirió una huelga sexual, y Julia Fox lleva más de dos años sin practicar sexo como una forma de protesta personal contra la revocación de Roe vs. Wade. “Llamar al movimiento de las 4 bes una huelga sexual sugiere que el propósito fundamental del movimiento es cambiar el comportamiento masculino. El 4B coincide con las razones por las que practico el celibato. Es una decisión calculada resultante de comprobar que los costos de la relación sexual superan los beneficios. Se trata menos de transformar los corazones y las mentes del sexo opuesto y más de garantizar la propia paz interior”, escribe en su newsletter el autor e instructor de historia y estudios de género Hugo Schwyzer.
“Lo que hay que tener claro es que estas huelgas no son contra los hombres, porque negarse a tener sexo con alguien no es ir en su contra: no le debemos sexo a nadie. Hay mujeres que por motivos éticos, políticos, sociales se niegan a tener sexo con hombres. Y yo creo que esto es lícito. ¿Sirve de algo? Lo hemos visto desde con Valerie Solanas con todo su momento Andy Warhol y su Manifiesto SCUM hasta ahora en Corea del Sur con el movimiento 4B, que está teniendo mucha fuerza ante la victoria de Donald Trump”, explica a S Moda Júlia Salander, autora de Tu argumentario feminista en datos (Montena, 2024). “Creo que el planteamiento que hay de fondo es hacer una llamada de atención sobre cómo entendemos la sexualidad, especialmente la heterosexual, en este sistema. A nivel comunicativo es muy potente. El feminismo que no incomoda es marketing y este movimiento claramente incómoda. Si nos estamos relacionando sexualmente de esta forma tan desigual, bajo estas estructuras de poder en las que claramente tenemos un problema sistémico de violencia sexual, hacer una llamada de atención y decir que hasta que no cambien las reglas del juego, no vamos a seguir jugando a esto y no nos queremos acostar con hombres, es potente”, asegura.
En The complicated success of sex strikes (El complicado éxito de las huelgas sexuales), Erin Tansimore señala que este tipo de huelgas “contribuyen a la perpetuación de la opresión de las mujeres, la heteronormatividad dañina, la marginación o eliminación tanto de las trabajadoras sexuales como de las personas LGTBIQA+, y la reducción de las mujeres a objetos sexuales y máquinas reproductivas”. La autora recalca además que estas huelgas sugieren que el sexo es algo que solo disfrutan los hombres, que las mujeres son valiosas principalmente por el sexo y que retenerlo sirve como castigo, por lo que se subrayan los estereotipos sobre los roles de género y la naturaleza de las relaciones sexuales. “Es como una forma de castigo hacia ellos, porque durante todos estos siglos, la sexualidad y el placer sexual, más que la sexualidad, se ha tenido en relación con los hombres. Eran ellos los que tenían un alto deseo y los que de repente necesitaban practicar sexo. En ese sentido, se sigue manteniendo esa sexualidad “al servicio de”, no una sexualidad empoderada y al servicio de las mujeres. Cuando ellas hacen una huelga sexual, no lo hacen solo para castigarles a ellos, también de algún modo, sino al mismo tiempo, a sí mismas”, asegura Noemí Casquet, periodista y escritora especializada en sexualidad, que considera que estas huelgas demuestran que la sociedad sigue pensando que la sexualidad femenina está al servicio de los hombres. “A nivel social, dentro del sistema patriarcal que vivimos, seguimos siendo objetos sexuales y objetos reproductivos. Seguimos jugando con nuestra sexualidad en relación con el placer masculino y teniendo nuestra capacidad reproductiva también al servicio masculino, por lo que todavía nos queda muchísimo trabajo por delante”, indica.
Casquet y Salander coinciden en aplaudir la forma en la que este movimiento impulsa a las mujeres a priorizar otra cosa que no sea el amor romántico. “Por una parte, es fundamental que las mujeres pongan su deseo en el centro, pero creo que el objetivo de este movimiento es poner de manifiesto que ahora mismo las relaciones sexuales heterosexuales tienen un potencial problema: la falta de educación sexual y la normalización que hemos hecho de la violencia. Considero que el objetivo es simplemente poner de manifiesto que las mujeres estamos hartas de sufrir violencia sexual”, asegura Salander.
“Para mí todo radica en la educación y en la conciencia social, pero ha de haber un interés por parte de ellos de escuchar. Si no tienen en cuenta a las mujeres, las ven como un terreno de conquista y minimizan sus problemas, ¿de qué sirve? A día de hoy, creo que la solución está en concienciar a las mujeres y que se quiten de encima ese deseo de ser amadas. Si empiezan a aguantar menos cosas, a ellos no les quedará más remedio que realmente replantearse su propia existencia. Pero los hombres creen que no están haciendo nada mal, siguen anclados en su privilegio”, dice Casquet.
Como broche final, no está de más tener en cuenta esta reflexión que Halima Jibril hace en Dazed. “No intento pasar por alto el poder de los ataques sexuales, pero la discusión plantea muchas tensiones y complicaciones. No sé qué se supone que debemos hacer con los hombres, pero sí sé que el activismo feminista que se enmarca principalmente en torno al género es perjudicial. Excluye a las personas y se centra principalmente en las mujeres blancas, cisgénero y heterosexuales, en lugar de en las más marginadas de la sociedad. Y una política feminista que no aborde esto es una política feminista que fracasará”, asegura.
FUENTE: EL PAÍS, escrito por Marita Alonso
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